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JOHN CORBETT
UNA GUIA PARA ESCUCHAR IMPROVISACION LIBRE
TEMPLO EN EL OIDO

Páginas: 152
Formato: 20 x 13 cm
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874621139

La música improvisada está abierta a todo el mundo. Lo sé por experiencia. No es un culto misterioso, una lengua esotérica ni un protocolo secreto. No se necesita anillo decodificador. A veces, tratando de proteger el honor de esta música, sus seguidores muestran una gran devoción, como suelen hacer los amantes de todo tipo. La sustraen de los equívocos provocados por los entrometidos, y la guardan para sí mismos. Pueden tener un aire sectario los conciertos de música improvisada: los entendidos, un grupo ungido, se reúnen en círculo, comparan sus notas acerca de los últimos lanzamientos, haciendo incansablemente listas de los mejores y los peores, y dan a conocer sus opiniones en una jerga de obsesivos, con el dialecto arrogante de los vendedores de cómics o de los aficionados a los deportes, que gesticulan como señaleros de aeropuerto, festejan con sus puños en alto y chocan esos cinco mientras lanzan estadísticas a diestra y siniestra. Lo hacen porque les gusta tanto esta música que no pueden contener su entusiasmo. Si ustedes lo intentaran con empeño, ellos podrían permitirles ser miembros de su club. ¿Pero quién querría serlo? - John Corbett

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La música improvisada está abierta a todo el mundo. Lo sé por experiencia. No es un culto misterioso, una lengua esotérica ni un protocolo secreto. No se necesita anillo decodificador. A veces, tratando de proteger el honor de esta música, sus seguidores muestran una gran devoción, como suelen hacer los amantes de todo tipo. La sustraen de los equívocos provocados por los entrometidos, y la guardan para sí mismos. Pueden tener un aire sectario los conciertos de música improvisada: los entendidos, un grupo ungido, se reúnen en círculo, comparan sus notas acerca de los últimos lanzamientos, haciendo incansablemente listas de los mejores y los peores, y dan a conocer sus opiniones en una jerga de obsesivos, con el dialecto arrogante de los vendedores de cómics o de los aficionados a los deportes, que gesticulan como señaleros de aeropuerto, festejan con sus puños en alto y chocan esos cinco mientras lanzan estadísticas a diestra y siniestra. Lo hacen porque les gusta tanto esta música que no pueden contener su entusiasmo. Si ustedes lo intentaran con empeño, ellos podrían permitirles ser miembros de su club. ¿Pero quién querría serlo? - John Corbett