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MARGUERITE FEITLOWITZ
UN LEXICO DEL TERROR
PROMETEO LIBROS

Páginas: 502
Formato: 21 x 15 cm.
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789875747302

Este es un libro acerca de los lenguajes del terror: textos y subtextos, retórica elevada, dialectos y jerga. La Junta que gobernó Argentina entre 1976 y 1983, brutal, sádica y rapaz, era intensamente verbal y utilizaba el lenguaje con diabólica habilidad para confundir, desorientar y aterrorizar. ‘Sabemos”, decía el Almirante Massera, el gran orador del régimen, “que para arreglar tanto daño tendremos que recuperar los sentidos de muchas palabras robadas”. Ocupaban un lugar importante en la lista de reparación idiomática palabras como “racionalidad”, “lucidez”, “democracia”, “patriotismo”, “sacrificio” y “honor”. Desde el momento del golpe, hubo una constante catarata de discursos, proclamaciones y entrevistas. El aluvión era constante y no había escape. Mientras los comandantes hablaban, se secuestraba a unos treinta mil sospechosos de “subversión” de las calles, se los torturaba en centros de detención secretos y “desaparecían”. Las víctimas morían durante la tortura, se las mataba con ametralladora al borde de enormes fosas o se las arrojaba, drogadas, desde aviones al mar. Esas personas pasaron a conocerse como "los desaparecidos".

UN LEXICO DEL TERROR

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Este es un libro acerca de los lenguajes del terror: textos y subtextos, retórica elevada, dialectos y jerga. La Junta que gobernó Argentina entre 1976 y 1983, brutal, sádica y rapaz, era intensamente verbal y utilizaba el lenguaje con diabólica habilidad para confundir, desorientar y aterrorizar. ‘Sabemos”, decía el Almirante Massera, el gran orador del régimen, “que para arreglar tanto daño tendremos que recuperar los sentidos de muchas palabras robadas”. Ocupaban un lugar importante en la lista de reparación idiomática palabras como “racionalidad”, “lucidez”, “democracia”, “patriotismo”, “sacrificio” y “honor”. Desde el momento del golpe, hubo una constante catarata de discursos, proclamaciones y entrevistas. El aluvión era constante y no había escape. Mientras los comandantes hablaban, se secuestraba a unos treinta mil sospechosos de “subversión” de las calles, se los torturaba en centros de detención secretos y “desaparecían”. Las víctimas morían durante la tortura, se las mataba con ametralladora al borde de enormes fosas o se las arrojaba, drogadas, desde aviones al mar. Esas personas pasaron a conocerse como "los desaparecidos".