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ERCOLE LISSARDI
SER DE LUZ Y LA DIOSA IDIOTA, EL
LOS LIBROS DEL INQUISIDOR

Páginas: 96
Formato: 14 X 20 CM
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789915409719

El narrador, ya envejecido, sufre al recordar a las dos mujeres que, en distintos momentos de su vida, fueron grandes amores, y a las que no supo conservar. En el límite de la angustia inventa una especie de ingeniería alquímica: invoca a su imaginación, que tan fiel y útil le fue durante toda su vida, para que, con los dos recuerdos dolorosos haga uno solo, falso, pero no menos intenso que sus verdaderos, y en el cual, con sus dos amadas, forme un triángulo inextinguiblemente armonios en un mundo en el que todos los errores han sido abolidos y se queda condenado al goce a perpetuidad. La tortura de la vejez es el recuerdo de los grandes errores cometidos, que nos impidieron alcanzar la cuota de felicidad que nos estaba destinada. Si el invento de nuestro narrador realmente funcionara, acabando con la querella entre imaginación y memoria, lo consagraría como a un verdadero Benefactor de la Humanidad, aquel que nos permitiría reafirmar nuestra soberanía también sobre el tramo final de nuestra existencia.

SER DE LUZ Y LA DIOSA IDIOTA, EL

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El narrador, ya envejecido, sufre al recordar a las dos mujeres que, en distintos momentos de su vida, fueron grandes amores, y a las que no supo conservar. En el límite de la angustia inventa una especie de ingeniería alquímica: invoca a su imaginación, que tan fiel y útil le fue durante toda su vida, para que, con los dos recuerdos dolorosos haga uno solo, falso, pero no menos intenso que sus verdaderos, y en el cual, con sus dos amadas, forme un triángulo inextinguiblemente armonios en un mundo en el que todos los errores han sido abolidos y se queda condenado al goce a perpetuidad. La tortura de la vejez es el recuerdo de los grandes errores cometidos, que nos impidieron alcanzar la cuota de felicidad que nos estaba destinada. Si el invento de nuestro narrador realmente funcionara, acabando con la querella entre imaginación y memoria, lo consagraría como a un verdadero Benefactor de la Humanidad, aquel que nos permitiría reafirmar nuestra soberanía también sobre el tramo final de nuestra existencia.