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DANIEL FREIDEMBERG
ESA MATERIA QUE SE FUGA
BARNACLE

Páginas: 40
Formato: 21 X 15 CM
Peso: 0.15 kgs.
ISBN: 9789878952185

Ya no quedan vendas para la remanida frase de Boido. Ni excusas para evitar responderse por qué se profieren e incluso se imprimen versos y por qué observarse puede a los poetas seguir dando trancos sin tino: porque llegan tarde ("Y oí el derrumbe de las condiciones objetivas/ y el darse vuelta de las reglas de juego"). Daniel Freidemberg presenta "Esa materia que se fuga" atento a una fórmula sin concesiones: pudiendo cantar una historia dorada sobre su generación, de cuando todos tenían menos de treinta años en el cuerpo y el balbuceo recurrente de los ismos, ve el árbol y el bosque y dice no ("He visto las dos letras de la palabra fe,/ he visto las dos letras de la palabra fe tachadas"); y propone al hipotético lector reparar en un detalle: cualquiera es un principiante ante el hallazgo de las palabras. Y que cuando se llena de gorilas y gestores el gobierno popular, cuando surge el dilema de quiénes tuvieron algo, alguna vez, en este país, dios, los salones, la libertad de conciencia, las instituciones libres y el claustro se convierten en el mayor depósito de cadáveres de la historia. Es improbable que los presentes poemas se reciten en las plazas de los pueblos y ciudades, pero toda promesa intacta implica una promesa de futuro ("el compartido silencio de las multitudes al alba/ yendo despacio a hacer, paso por paso, el mundo"), porque ya no se estilan libros así, perpendiculares a la tierra.

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Ya no quedan vendas para la remanida frase de Boido. Ni excusas para evitar responderse por qué se profieren e incluso se imprimen versos y por qué observarse puede a los poetas seguir dando trancos sin tino: porque llegan tarde ("Y oí el derrumbe de las condiciones objetivas/ y el darse vuelta de las reglas de juego"). Daniel Freidemberg presenta "Esa materia que se fuga" atento a una fórmula sin concesiones: pudiendo cantar una historia dorada sobre su generación, de cuando todos tenían menos de treinta años en el cuerpo y el balbuceo recurrente de los ismos, ve el árbol y el bosque y dice no ("He visto las dos letras de la palabra fe,/ he visto las dos letras de la palabra fe tachadas"); y propone al hipotético lector reparar en un detalle: cualquiera es un principiante ante el hallazgo de las palabras. Y que cuando se llena de gorilas y gestores el gobierno popular, cuando surge el dilema de quiénes tuvieron algo, alguna vez, en este país, dios, los salones, la libertad de conciencia, las instituciones libres y el claustro se convierten en el mayor depósito de cadáveres de la historia. Es improbable que los presentes poemas se reciten en las plazas de los pueblos y ciudades, pero toda promesa intacta implica una promesa de futuro ("el compartido silencio de las multitudes al alba/ yendo despacio a hacer, paso por paso, el mundo"), porque ya no se estilan libros así, perpendiculares a la tierra.