Menú

NATHALIA TORTORA
DR. BLANCO RIVERA. HACER DE TRAGEDIAS
VANADIS

Páginas: 148
Formato: 21 x 14 cm.
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874727763

El navío francés arribó poco antes de una madrugada otoñal. En Buenos Aires no hubo quien recibiese al único pasajero que descendió, envuelto en la sombra de la noche y bajo un sombrero que era demasiado grande para su cabeza. Cuando el amanecer porteño despertó a los primeros habitantes de la ciudad, algunas horas después del desembarco, La Gloire flotaba, muda, a varios metros de la costa. Dentro no había señales de vida o de muerte, solo el abandono de helados muros que repetían las voces de quienes revisaban sus recovecos como si se burlara de su curiosidad. Fue un caso extraño, sin lugar a dudas. El Doctor Hipólito Blanco Rivera como se hizo llamar Niavasha en tierra americana ya se había internado en las calles de Buenos Aires antes de que los primeros rayos del sol bañaran su piel. Había hallado su lóbrego refugio en una habitación vacía del segundo piso del Convento de San Francisco. Desde allí, observaría por un tiempo el nuevo mundo bajo el resguardo de la oscuridad. Observaría y aprendería a velocidad inhumana las costumbres locales para poder pronto mezclarse con la multitud. Niavasha llegó, como quien dice, en el momento indicado. El creciente brote de fiebre amarilla oscilaba al igual que un péndulo: constante y con sus altibajos. El escenario social no podría haber sido mejor para su festín.

DR. BLANCO RIVERA. HACER DE TRAGEDIAS

$15.000
Envío gratis superando los $50.000
DR. BLANCO RIVERA. HACER DE TRAGEDIAS $15.000
Entregas para el CP:

Medios de envío

  • Paradoxa Libros Mendoza 923, Rosario, Santa Fe

    Gratis
Compra protegida
Tus datos cuidados durante toda la compra.
Cambios y devoluciones
Si no te gusta, podés cambiarlo por otro o devolverlo.

NATHALIA TORTORA
DR. BLANCO RIVERA. HACER DE TRAGEDIAS
VANADIS

Páginas: 148
Formato: 21 x 14 cm.
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874727763

El navío francés arribó poco antes de una madrugada otoñal. En Buenos Aires no hubo quien recibiese al único pasajero que descendió, envuelto en la sombra de la noche y bajo un sombrero que era demasiado grande para su cabeza. Cuando el amanecer porteño despertó a los primeros habitantes de la ciudad, algunas horas después del desembarco, La Gloire flotaba, muda, a varios metros de la costa. Dentro no había señales de vida o de muerte, solo el abandono de helados muros que repetían las voces de quienes revisaban sus recovecos como si se burlara de su curiosidad. Fue un caso extraño, sin lugar a dudas. El Doctor Hipólito Blanco Rivera como se hizo llamar Niavasha en tierra americana ya se había internado en las calles de Buenos Aires antes de que los primeros rayos del sol bañaran su piel. Había hallado su lóbrego refugio en una habitación vacía del segundo piso del Convento de San Francisco. Desde allí, observaría por un tiempo el nuevo mundo bajo el resguardo de la oscuridad. Observaría y aprendería a velocidad inhumana las costumbres locales para poder pronto mezclarse con la multitud. Niavasha llegó, como quien dice, en el momento indicado. El creciente brote de fiebre amarilla oscilaba al igual que un péndulo: constante y con sus altibajos. El escenario social no podría haber sido mejor para su festín.